Si llega una pandemia que me encuentre donde quiero estar
Empecé a escribir blogs hace más de una década, cuando la gente aún leía artículos sin fotografías, muchas veces escritos con párrafos poco aireados y frases interminables (como ésta); entonces, no hacía falta la recomendación de un influencer para promocionar un buen libro y nadie medía la importancia de lo escrito por el número de seguidores. Los lectores nos encontrábamos anónimamente en el ciberespacio, para compartir nuestra afición por los libros; nos leíamos unos a otros, comentábamos nuestras lecturas, y descubríamos títulos nuevos con ese regodeo que provoca sentirnos hermanados por lo que nos apasiona. Pero bueno, el tiempo pasó, cambió el uso de la tecnología, se sumaron nuevos formatos, y yo dejé de comentar lo que leía. La blogósfera se mudó a Youtube durante mi ausencia, y la gente siguió leyendo, en papel o soporte electrónico. La curiosidad humana, el afán de descubrir otros mundos, nuevos sentidos a la propia realidad, es algo tan vital como inevitable, por eso la literatura no enfrenta el mismo peligro de extinción que los koalas aunque tanto editor agorero insista con ello.
Hoy el mundo parece estar recreando una novela distópica, hambrunas, incendios forestales de magnitudes catástroficas, millones de personas desplazadas por confictos bélicos, otros tantos millones pendientes de artefactos tecnológicos que les dicen qué vestir, qué comer y qué pensar, y ahora además una pandemia para arrancar la nueva década de forma épica. Hay un rumor que se oye cada vez más fuerte, una frase que va tomando fuerza: "cuando pase esta pandemia el mundo ya no va a ser lo que era"... Como cuando estamos leyendo un buen libro, uno que nos toca adentro y tenemos esa sensación premonitoria de que algo está cambiando inexorablemente, percibimos que esa invisible maquinaria de engranajes y poleas está en marcha pero sólo podemos oir su funcionamiento, aún no sabemos en qué acabará o qué iniciará. Es por eso que el COVID-19 va a tener el mismo impacto que un asteroide, porque nos obligó a ver al mundo bajo una nueva perspectiva cuando nos estábamos esforzando al máximo para ignorar todo lo que sucedía a nuestro alrededor. Ahora recordamos qué es prescindible y qué no, que es lo que nos conecta o nos deja en soledad, que necesitamos para vivir y para ser. Y cuando ya tenemos que comer, cuando ya nos sentimos seguros y tranquilos, cuando sólo nos queda pasar el tiempo con nosotros mismos, redescubrimos esas cosas que damos por sentado, por un lado, y esas cosas que no se consideran de primera necesidad pero aún así necesitamos para sentirnos vivos, por el otro. Redescubrimos lo importante que puede ser escuchar una canción, ver un pájaro volando a través de la ventana, contar con la compañía de nuestro perro o gato, recibir la llamada de un amigo, o tener un libro que leer.
En este tiempo de cuarentena o autoaislamiento vuelvo al blog para compartir lecturas, porque no hay virus más potente que el de una buena historia.
Comentarios
Publicar un comentario