Ariadna soltó el hilo

 

Imagen: collage y edición sobre boceto de Eugene Delacroix



Ariadna está cansada de sostener el hilo. No quiere seguir llorando por la traición de Teseo, que tomó su amor y confianza para luego abandonarla sin un atisbo de compasión o respeto. Está harta de la crueldad de su padre, que la redujo a un objeto, un bien de cambio, y nunca le demostró afecto. Ese padre que además obligó a su medio hermano a ser instrumento de venganza y horror, impidiéndoles construir un vínculo fraterno. No quiere pensar en la muerte de Tauro, de la cual es responsable, aunque nunca haya sido su intención verlo morir. Su medio hermano transformado en monstruo para encubrir el abandono. Así fue como aceptó la propuesta de Dionisio, en esa madrugada fatídica; estaba harta de todo, a la intemperie y sin fuerza para pensarse más allá de la voluntad de los dioses. Pero ya tuvo suficiente de esa vida también, de pasar noches enteras ahogando penas y culpas en alcohol, y fingir ignorancia sobre lo que pasa a su alrededor. No quiere ser la protagonista de ninguna tragedia, propia o ajena. Ya no quiere seguir dándole un sentido al laberinto. Ariadna soltó el hilo para dejarse ser. 







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